Las reservas de San Guillermo y Laguna Brava están protegidas por normativas nacionales e internacionales. Pero, con el visto bueno de los gobiernos, las empresas mineras de litio y cobre avanzan sobre territorios y poblaciones. Una crónica colectiva de una visita a dos áreas invadidas por el extractivismo.
En la Reserva de Biósfera San Guillermo (San Juan) y en la Reserva Provincial Laguna Brava (La Rioja) se observa la multiplicación de las instalaciones de proyectos mineros, de cobre y litio, a la par de un alarmante deceso de guanacos, vicuñas y flamencos. Aunque se trata de lugares protegidos por legislaciones provinciales, nacionales y convenios internacionales, actualmente son “zonas vulneradas” por el intenso tráfico de vehículos 4×4 y camiones de transporte pesado que surcan huellas para los proyectos mineros.
El derrotero por áreas protegidas cercadas por las actividades mineras
El Parque Nacional San Guillermo, la zona núcleo de la Reserva de Biósfera homónima y la Reserva Laguna Brava —ubicadas en jurisdicción de San Juan y La Rioja, respectivamente— están rodeadas de exploraciones y explotaciones de minería a gran escala. Debido al actual “boom” representado por las exploraciones de litio y cobre en el mundo, el área se ha convertido en una “zona extractiva” de gran atracción para capitales mineros.
Normalmente el ingreso al Parque Nacional San Guillermo se realiza remontando la Ruta Provincial 430, pasando los poblados de Angualasto, Malimán y El Chinguillo, hasta el sitio incaico de Alcaparrosa, desde donde se accede al Parque. Pero el mal estado de los caminos, por las crecidas de los ríos durante el verano, hizo necesario modificar el itinerario, accediendo por la La Rioja, a la altura de la Reserva Laguna Brava.
El recorrido permitió ver un panorama desolador: el arrinconamiento de los camélidos y la “extinción” —palabras textuales de los guardaparques— de la vicuña en un corredor protegido por legislaciones y convenios internacionales desde la década de 1980.
Para llegar al destino planificado hubo que dirigirse hasta el pequeño y bondadoso pueblo de Alto Jagüé, en el departamento de Vinchina, no sin antes pasar por la ciudad de Villa Unión, donde los grafitis y pintadas realizadas por la Asamblea Takú en defensa del agua y del bosque nativo, anticipaban un territorio en lucha.
Don Juan Urriche, en el pueblo de Alto Jagüé, ofreció hospedaje y comida. El caserío y sus potreros son el último lugar habitado antes de ingresar a la Reserva Laguna Brava. Guarda un encanto particular con sus casas sobre una sola calle-río, sus tres iglesias, su molino histórico y sus murales —ajados ya por la intemperie de sol y viento— en homenaje a la afamada novela de Daniel Moyano “Tres golpes de Timbal”.